¡¡ Cójanlo, cójanlo!!

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El exfiscal Néstor Humberto Martínez denunció esta semana la existencia de una conspiración en contra suya por parte de personas que fueron condenadas por la justicia durante el tiempo que estuvo al frente de la Fiscalía. Se presenta como víctima y no deja de ser irónico que precisamente más de un inocente fue afectado por montajes y falsas acusaciones suyas. Mencionemos solamente algunas. Entre ellas destaco la persecución sufrida por Marta Lucía Zamora cuando fue directora ejecutiva de la JEP, procesada injustamente y por suerte luego declarada inocente, acusada por Martínez de complicidad con las Farc sin el menor fundamento.  Incluso las sindicaciones adelantadas por Majer Abushibhab, subalterno de Néstor Humberto tuvieron una de las bases más ridículas que se conozcan en la historia judicial colombina: se tomaron casos hipotéticos planteados en ejercicios académicos dirigidos por Marta Lucía como si fueran hechos reales, lo que por supuesto después se derrumbó como un castillo de naipes. Otro hecho es el supuesto testaferrato a favor de la guerrilla de los propietarios de una cadena de supermercados, también desvirtuado luego por los jueces. El caso más notorio y ciertamente polémico fue la causa contra el jefe guerrillero Jesús Santrich con base en su presunto involucramiento en envío de cocaína a los Estados Unidos. Más allá de los avatares de ese proceso, que llevó a que el personaje, junto con Iván Márquez y otros, desertara del proceso de paz, lo que quedó claro es que era un montaje o lo que se conoce como delito inducido, en el que son los propios agentes de la ley(para complicar más las cosas, no eran colombianos sino miembros de la Dea)quienes montan la operación. Todo indica que no era una maniobra más sino una operación de alto calado para dañar el proceso de paz, ya bastante afectado por diferentes acciones negativas del gobierno de Duque.

Tiene pues el señor Martínez Neira un verdadero prontuario de acciones bastante deleznables, que hacen que sea una figura más que cuestionada y que su denuncia parezca más bien un intento desesperado de deslegitimar decisiones de la justicia que pueden afectarlo. Sus protestas se parecen bastante al viejo truco del atracador que para evitar ser capturado empieza a gritar en la calle señalando a otros: ¡ladrón, ladrón, cójanlo!

Y es que su tremendo rabo de paja no se limita a las acusaciones falsas que hizo contra personas inocentes. Su nefasto paso por el ente acusador dejó otras situaciones a cual más grave: sus relaciones con Odebrecht y con la firma Navelena, comprometidas en graves escándalos de sobornos, que hicieron que solamente después de muchas presiones y denuncias se declarara impedido para conocer de los procesos; el nombramiento del famoso fiscal anticorrupción Luis Gustavo Moreno, que resultó más corrupto que todos cuando se evidenció su papel en el llamado Cartel de la Toga y su extorsión al exgobernador de Córdoba; su papel como abogado de Carlos Matos; y, la cereza del pastel, las sospechosas muertes de Jorge Enrique Pizano y de su hijo. Son muchas las cosas que el personaje tiene que aclararle al país. De entrada, su ingreso a la Fiscalía no parece tan limpio porque de un momento a otro, cuando la presidencia de Santos hizo un simulacro de proceso de selección en el que aparecieron en los primeros lugares otros juristas destacados y con grandes conocimientos de derecho penal, apareció de la nada el gran abogado de empresas y asesor personal de Sarmiento Angulo para alzarse con el premio mayor. Tan escandalosa fue la situación que la alta funcionaria a cargo de la selección de los candidatos, Lorena Gutiérrez, renunció para no prestarse a la farsa.

Lo del flamante fiscal anticorrupción nunca fue aclarado y el doctor Martínez le debe al país una explicación seria y desde luego un pedido de excusas que nunca le oímos. Igualmente sería muy interesante saber por qué tuvo en su despacho como asesor directo al ya nombrado Abushihab, socio de Moreno y qué lo llevó a no aceptarle la renuncia cuando aquél dimitió a raíz de los escándalos de éste.

También hay muchos interrogantes en las extrañas muertes de los Pizano padre e hijo. Las grabaciones de las conversaciones entre Jorge Enrique Pizano cuando fungía como auditor del contrato entre Invías y Navelena no dejan nada bien parado a Néstor Humberto y su comentario ante las revelaciones de los actos ilegales revelan que por lo menos pecó por omisión al no dar aviso de los sobornos. Su respuesta “…ji, ji, eso es una coima, marica” muestra que banalizó un hecho sumamente grave que apenas le merecía esa risita.

Por otra parte, no se ha tocado mucho el papel de Martínez en lo de Carlos Matos. Como es sabido, este criminal de cuello blanco fue condenado por sobornar a jueces que llevan su caso contra la compañía Hundai. Además de los sobornos hubo fraude al manejarse amañadamente el reparto del caso para que le correspondiera a un funcionario venal aceitado previamente. Ya habrán adivinado quién fue el abogado del señor Matos pero sobre su rol en esos hechos el superjurista Martínez Neira calla como un pez.

En fin, todo indica que sí hay muchas cosas que deben ser investigadas en relación con las actuaciones del exfiscal.  Los temores del afectado parecen ir más por los lados de algún proceso en la justicia de los Estados Unidos pero si quiere cumplir su misión y recuperar credibilidad la justicia  colombiana, que de hecho está en mora de actuar, debe hacerlo prontamente para bien del país.

 

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