De la protesta social y moral a la protesta electoral.

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La Otra Voz

 

Por: Horacio Duque.

Es posible un “urnazo” en Colombia en las votaciones locales y regionales del próximo 27 de octubre tal como acaba de darse en Argentina en que Macrio sufrió una derrota descomunal desde la indignada base popular?, es la pregunta que resulta oportuno plantearse a propósito del actual proceso electoral colombiano que debe concluir dentro de 70 largos días.

Claro que si es posible. Se siente en el ambiente político del país un auge del rechazo a la gestión del gobierno de Iván Duque y un repudio a la propuesta uribista del Centro democrático, el partido de la derecha colombiana que se ha empeñado en destruir los Acuerdos de paz alcanzados con las Farc.

A Uribe se le han complicado las cosas en las regiones y su compañía es factor de desprestigio para otras organizaciones políticas. Pocos quieren de aliado o socio al nefasto ex presidente convocado por la Sala Penal de la Corte Constitucional para que responda por varias acusaciones criminales en su contra.

Pocas veces en la historia de Colombia se han dado los acontecimientos que hemos presenciado en los últimos 16 meses.

Veamos.

Un gran bloque de izquierda, verde y progresista logro una potente movilización electoral en las votaciones para escoger Senadores, Representantes y Presidente de la República en el primer semestre del año 2018. Aunque el triunfo se lo alzo Duque para la presidencia, Petro convoco una gigantesca masa popular que atendió sus propuestas y tesis de transformación profunda de la sociedad a partir de los Acuerdos de paz alcanzados por el gobierno de Santos con los dirigentes de la guerrilla de las Farc.

La convocatoria de un referendo contra la corrupción fue un evento muy novedoso de participación ciudadana que cristalizo en el respaldo de casi 13 millones de ciudadanos a las preguntas que le dieron contenido a este procedimiento innovador de la democracia participativa.

En el segundo semestre del mismo año una huelga estudiantil universitaria conmociono al país obligando al régimen conservador a ofrecer soluciones adecuadas a los graves problemas financieros, institucionales y académicos de la Universidad pública colombiana.

Al iniciarse el 2019 los indígenas del Cauca desplegaron una contundente Minga por la vida y la paz, con bloqueos de vías estratégicas y con la parálisis del sur occidente colombiano. Al final, el Cric y otras asociaciones indígenas lograron obtener importantes conquistas y reivindicaciones a favor de los pueblos originarios del Cauca entre los que se encuentras los Nasa, los Misak y otras importantes comunidades afectadas por la pobreza, el hambre y la violencia de los paramilitares vinculados con el gobierno.

Un gigantesco paro cívico en el puerto de Buenaventura, obligó al gobierno a concretar diversos acuerdos y compromisos adquiridos meses antes pero que dormían el sueño de los justos en las gavetas de la burocracia bogotana del Ministerio de Hacienda y Planeación Nacional.

El repudio al sabotaje a la paz y al exterminio de cientos de líderes sociales ha sido una causa que ha convocado a millones de personas en movilizaciones de denuncia de esta nueva violencia paramilitar disfrazada de bandas criminales o Gaos en el lenguaje oficialista pero que en realidad es la histórica maquina de muerte de los más poderosos grupos económicos, financieros y políticos.

Tenemos entonces una gran acumulación de la fuerza y la potencia popular que debe expresarse en las urnas el 27 de octubre del año en curso.

En ese sentido el liderazgo de Gustavo Petro es clave en la movilización y activación de alianzas locales en el Valle del Cauca, en el Atlántico, en Bogotá, en el Eje Cafetero, en Barranquilla, en Nariño, en el Meta, en Cúcuta, en Armenia, en Montería y Sincelejo.

Por encima del sectarismo, el dogmatismo y capricho de ciertos grupos iluminados que se creen dueños de la verdad y la felicidad, el pueblo esta acogiendo la orientación firme de Petro para encausar la movilización ciudadana en la dirección de dar un demoledor mazazo al régimen neoliberal y violento de Duque, como acaba de ocurrir en Argentina donde está previsto un salto de garrocha en la lucha contra el sistema que regenta Mauricio Macri, el agente de Trump y del Fondo Monetario Internacional.

Hay que entender que con los acuerdos de paz, aun incumplidos, en Colombia se están dando las condiciones y posibilidades para que ocurra un gran viraje político de signo progresista y democrático.

El régimen se desploma y el eventual encarcelamiento de Uribe nos colocaría en una realidad política que demanda pericia y amplitud en todos los liderazgos y organizaciones de la izquierda.

Es lo que no entienden ciertas “aves de mal agüero” que se proclaman dueñas de todas las verdades y certezas en el trazo de un delirante análisis contaminado por la casuística local.

No entender el valor del liderazgo de Petro en la actual coyuntura, no obstante algunos de sus yerros (como aquel que en el pasado le llevo a votar por Ordoñez, su verdugo político, que criticamos con mucha franqueza), es una tremenda equivocación. Es Petro con su discurso y su agudeza para captar la temperatura popular quien debe profundizar la movilización ciudadana, especialmente en Barranquilla (Atlántico) y otras regiones del Caribe, agotadas con el imperio mafioso de la familia Char, una estructura criminal organizada y en auge por sus negocios del narcotráfico, la corrupción con los dineros públicos y la violencia contra los movimientos populares.

La candidatura de Nicolás Petro para la gobernación del Atlántico es la oportunidad de generar una profunda grieta en la tiranía mafiosa de la familia Char.

También lo es la candidatura de Carlos Caicedo a la Gobernación del Magdalena, con amplias posibilidades de triunfo; y las de Virna Jhonson, en Santa Marta y de Blanca Fernández en Cienaga.

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