¿Hasta cuándo cesarán las horribles noches?

¿Hasta cuándo cesarán las horribles noches?

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Recuerdo cuando era niño, siempre me enseñaron que cuando un adulto habla los pequeños deben callar, que cuando un adulto hace algo, los niños no entienden por ser niños. Que cuando llega alguien a casa, así esa persona no fuera de mi agrado, se debía saludar.

Esto trajo una serie de repercusiones atreves de mi vida.  Siempre fui un niño que cuestionaba y analizaba varias situaciones que veía en mi entorno. Pero que jamás podía expresar por la forma en la que era educado.

Durante los años 2000, la manera de educar en los Municipios del país era muy conservadora, con un modelo educativo atrasado a comparación con el de  las grandes ciudades; recuerdo que tenía profesores con más de 50 años en donde el secreto para una buena educación dependía de Dios, la autoridad y el miedo.

Una educación en donde a la mamá no se le podía decir NO, en donde al papá se le debía decir señor. Pues los adultos, por ser adultos siempre tienen la razón. La autoridad se debía respetar, se le debía temer. No era necesaria la violencia, pues con el simple hecho de que a un niño sea obligado a darle la mano a un sacerdote, en medio de la misa para decirle “la paz” ya se está inculcando eso.

Con toda esta forma de crianza, adivinen a quien me obligaron respetar; si, a la “amada policía nacional” Recuerdo que en mi pueblo, los tombos siempre andaban luciéndose por las calles en su moto, coqueteándole a las peladitas, sacando gaseosas de las tiendas sin pagar. Eran todos unos señores, los héroes, los intocables. Jamás los  veía en acción, pues nunca ocurría nada, pero conocerlos y que saludaran a mi abuelo por su nombre era una escena majestuosa.

Y creo que por eso la mayoría de los niños en aquellos  pueblos, soñaban con que algún día pudieran ser parte de la policía o el ejército. Pues cuando se es niño, siempre se quiere imitar a quien uno admira.

Por mi parte, siempre me dieron miedo. Los policías actúan como ese papá o tío machista que a veces todos tenemos en la familia, esos que hasta le pegan a las esposas para sentirse dominantes y rudos. Las pocas veces que he tenido interacción con ellos, me ha parecidos pedantes, abusivos, sobraditos, machistas y huecos.

Claro, no todos pueden ser iguales, de hecho  en mi familia hay policías; es solo que sin sonar a frase de cajón “si un policía queda mal, hace ver mal a toda la institución”   Además que va, todos son moldeados y formados con la misma cátedra. Si se le pregunta a un niño ¿por qué quiere ser policía cuando sea grande?  Posiblemente responda, “porque quiero atrapar a los ladrones” porque ese es el imaginario con el que crecimos.

El paro Nacional ha dejado al descubierto muchas acciones de la institución que anteriormente se decía, pero que ahora se comprueba. Por supuesto que existe provocación, todos están en caliente y a la defensiva, pero es que la fuerza pública se ha dado es garra con la represión.

Muchos han salido salpicados como le ocurrió a los almacenes Éxito en Cali o Transmilenio con el portal Américas. En donde los vecinos y manifestantes denunciaron los sitios como centros de tortura y violación a los derechos humanos.

Estas compañías claramente han salido a brindar declaraciones en su defensa y posiblemente jamás lleguemos a enterarnos de lo que realmente ocurrió. Pero a pesar de todo, una institución como la policía, no tiene por qué estar involucrada en ningún caso de abuso.

Además, este no es el primer caso en el que la policía se ve involucrada, son varios los casos de abuso y corrupción, lo que pasa es que ahora si tienen los ojos de todo el mundo encima. No sabemos hasta cuando cesarán las horribles noches de enfrentamientos, heridos y muertos; pero el abuso de la autoridad no se detendrá con un nuevo uniforme.

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