La historia se repite

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No se equivocaba Juan Manuel Santos cuando en pleno 2016 señalaba que la guerra se trasladaría al sector urbano, pues ciudades como Cali, Pereira, Medellín, Popayán y Bogotá se convirtieron en trincheras y campos de batalla entre la población civil y la fuerza del estado.

Recuerdo bien cuando se inició la campaña rumbo a el plebiscito por la paz, la gente tenía que responder: ¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera? SI o NO.  A partir de ese momento, se le dijo al país que el acuerdo se tendría que definir por la vía de las urnas. Los enemigos de la paz iniciaron una campaña de mentiras para convencer a la gente de que rechazara dichos acuerdos, mientras el Gobierno Nacional y diferentes líderes que apoyaban el acuerdo final iniciaron su campaña para convencer al país de que aprobaran lo acordado en La Habana.

Los ultra conservadores se creyeron el cuento de que el acuerdo traería ideología de género, amnistía total y grandes beneficios económicos a los excombatientes de las FARC – EP, mentiras infundadas por los pro guerra que diseñaron una campaña para que la gente saliera a votar «emberracada» como bien lo señaló el señor Juan Carlos Vélez gerente de campaña del Centro Democrático.

Por su parte, los que apoyaban los acuerdos trataron de convencer al país que votar por el SI a la paz es la mejor decisión que pueden tomar para el futuro social, político y económico  de toda una nación.

Se llegó el 2 de octubre del 2016 día de la votación y sorpresivamente el NO se llevó más del 50 por ciento del electorado. En ese momento me di cuenta que el uribismo renacía y sería un dolor de cabeza para el futuro de nuestro país.

Hoy, en pleno 2021 vivimos las consecuencias de la victoria del uribismo y el rechazo al acuerdo de paz que diseñó Juan Manuel Santos cabeza del Gobierno Nacional y Las Farc EP, pues el uribismo renacía políticamente tanto así que hoy son gobierno. No mentía el ex ministro Londoño cuando le dijo al país que el objetivo era hacer trizas la paz, y en efecto hicieron trizas la paz y como si fuera poco se agudizó la guerra en las principales ciudades del país.
No se equivocaba Juan Manuel Santos cuando en pleno 2016 señalaba que la guerra se trasladaría al sector urbano, pues ciudades como Cali, Pereira, Medellín, Popayán y Bogotá se convirtieron en trincheras y campos de batalla entre la población civil y la fuerza del estado.

De esta manera, hace 60 años iniciaba uno de los conflictos armados más largos en toda la historia de nuestro continente, fuerza pública colombiana vs campesinos colombianos ultrajados por el establecimiento.

Cansados de tanta infamia un grupo organizado de campesinos decidieron defender sus derechos con las armas, pues el establecimiento nunca les puso cuidado y las consecuencias de ello fue el peor conflicto armado que ha vivido Colombia en su corta historia contemporánea.

Lo que se está viviendo actualmente en la calles del país es el preámbulo a una nueva guerra entre el establecimiento y el ciudadano víctima del olvido estatal, guerra que se debe evitar a toda costa, pues el inicio de un conflicto se puede gestar en semanas, pero el silenciar las armas nos puede costar otros 60 años.

Al sol de hoy, la poca paz que dejó Santos se encuentra en cuidados intensivos a puertas de un nuevo conflicto armado. El presidente Duque deberá escoger entre ser el auspiciador de un conflicto interno o enderezar el camino en estos 15 meses de gobierno que le queda.

 

Las opiniones  realizadas por los columnistas  del portal www.laotravoz.co  no representan la identidad y línea editorial del medio.
Les invitamos a leer, comentar, compartir y a debatir con respeto.

 

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