Los mejores inventos no están en Bogotá

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La grandeza del triunfador está en ganar sin buscar ofender al perdedor, y la de un buen perdedor, en aprender a reconocer la virtud del triunfo ajeno. 

El abrazo que se da a un antiguo enemigo es el recibimiento a un nuevo amigo.

Ante la falta de programa resolvimos, los autores de esta columna, venirnos hasta París, Francia –pero no nuestra vicepresidenta– a buscar si en esta ciudad hay de casualidad un TransMilenio. Después de vueltas y revueltas y tras muchas consultas supimos que tal no existe. No podíamos creerlo, pues habíamos escuchado a los alcaldes Enrique y Claudia decir que el sistema bogotano es uno de los mejores, digno de ser replicado y que solo puede asemejársele el metro elevado que ellos contrataron en sus administraciones. Alguna vez Peñalosa dijo que en París los usuarios de transporte público van por debajo de la tierra “como cucarachas”; y en eso no le faltó razón, pero olvidó señalar que lo hacen cómodamente, con seguridad y rapidez. Hay que reconocerle a Peñalosa que de este tema sí sabe. Mientras caminábamos por la capital francesa recordamos que él estuvo una vez por acá, se tomó una foto frente a París III y con ello se dio por doctorado. Él es como el médico de Molière, doctor a palos.

En la obra Los Miserables de Víctor Hugo se afirmaba que por debajo de la tierra solo vivían las ratas, los ratoncitos y las ratitas; obvio es que la rata y el ratón se encontraran de a raticos. Ese que es su hogar lo atraviesan miles de trenes que conforman la red de transporte público de París y su región metropolitana de la Île-de-France y que movilizan a millones de locales y visitantes por cientos de kilómetros de vías. Muy diferente a nuestro sistema actual y al que han dispuesto los alcaldes de Bogotá para los próximos años: una maraña de buses auxiliados por un tren elevado. Lo que sí es cierto es que ni los franceses ni los ingleses ni los bonaerenses fueron capaces de hacer algo tan avanzado como el TransMilenio. Sigue siendo un misterio para nosotros por qué los bostonianos decidieron bajar al metro de su elevado camino y sepultarlo por debajo de la tierra.

Quedamos aterrados con las múltiples obras en curso en el metro parisino y en los trenes de cercanías. Tan solo en una línea de metro se prevé la adición de 53 trenes a la flota. En nuestra ciudad, en cambio, se debate si habrá segunda línea de un metro inexistente que, como proyecto, ha sido objeto de varias investigaciones por parte de los órganos de control. No obstante, el tren elevado va porque va, con medidas cautelares o sin ellas, con indagaciones fiscales en curso, contra todo y porque sí, por el ego –igual de elevado– de nuestros gobernantes. Claudia López desatendió todas las señales y siguió adelante con el plan de Peñalosa, en parte porque le gusta, pero también porque hace parte del testamento que Kike le legó como ex-mentor suyo. Lo único cierto es que desde el día en que se inaugure, el metro elevado tendrá 20 años de vida útil, pasados los cuales quedará desueto. Los electores del momento podrán consultar quiénes fueron los responsables de ese desperdicio y puede que se crucen con estas líneas.

Una pariente cercana nos decía que Claudia sabe tanto de metros que no entiende por qué se metió de alcaldesa si como modista lo hubiese hecho muy bien. Por su parte, nuestros arúspices de cabecera nos cuentan que Kike y Clau juran y rejuran, al igual que el presidente Duque, que de lanzarse de nuevo muy seguramente serían reelegidos por aclamación.

Como no todo ha de ser eterno, parece que el ex-presidente Uribe termina definitivamente su ciclo político y se dedicará a lo que sabe hacer muy bien: lidiar con las bestias del Ubérrimo y con los sobrantes del Centro Democrático. Le deseamos mucha suerte en la cría de mulas, porque con las bestias que lo acompañaron durante el gobierno de su protegido no creemos que se pueda hacer una carrera de jamelgos.

También por la derecha, nos tiene preocupados que el Partido Conservador no aspire a ser más rémora del poder. Parece que no van a lagartear ni siquiera el cargo de telegrafista de la población más remota del país ya que algunos de ellos no quieren trabajar con ese ‘guerrillero’ que ahora es su presidente electo. Olvidan los godos las cosas que hicieron con el país cuando lo manejaron a su antojo en los años 1947 y 1948, por mencionar uno de sus muchos periodos en el poder. Por su parte, el chino Omar Yepes –el niño de la pelota– dio a entender que ni por el chiras permitirá que su santísimo partido colabore en el gobierno de Gustavo, al menos no hasta que se aclare si nació en Zipaquirá o en Ciénaga de Oro, inquietud que surge tras una sesuda investigación que adelanta un grupo de científicos del MOIR. Si logran resolver esa pregunta, nos gustaría pedirles que indaguen por la partida de defunción del Mar Muerto o por la promesa de compraventa de la Tierra Prometida.

El chisme que nos echaron desde el Capitolio es que la ‘monita’ Katherine Miranda (@MirandaBogota) tiene bien adelantada su campaña para la presidencia de la Cámara de Representantes. Creemos que de ganarse esta posición lo hará tan bien como lo hizo cuando llevó adelante su oposición al gobierno en la anterior legislatura. ¡Suerte Katherine! y Germán lamenta no poder votar por ti, pero sabe que muchos amigos acompañarán tu candidatura.

Dejando de lado las noticias de actualidad política, el autor mayor de esta columna quiere agradecer públicamente las palabras que sobre su papel en la política escribiere el presidente electo de la República, doctor Gustavo Petro Urrego. En otras palabras: Gustavo, muy agradecido por sus elogios, espero poder servirle en lo que usted considere prudente.

Hasta la próxima semana.

Adenda: A Germán le pisaron un callo desde el Banco Caja Social, pues aun cuando informó con varios días de anticipación que saldría del país a fin de que autorizaran el uso de su tarjeta débito en el exterior, este mensaje fue ignorado y no se hizo la debida diligencia requerida. Lo mismo le ha pasado en viajes anteriores y no deja de ser muy incómodo, incluso para quien le debe cobrar, al tener que decirle que la transacción fue declinada. Se siente como si uno se hubiera robado la tarjeta. Es una falta de respeto con quienes confían en el Banco Caja Social (@bancocajasocial) para guardar su dinero y produce arrepentimiento de llevar los negocios propios a esa entidad financiera.

Las opiniones realizadas por los columnistas del portal www.laotravoz.co no representan la identidad y línea editorial del medio. Les invitamos a leer, comentar, compartir y a debatir con respeto.

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La Otra Voz
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