Me enamoré de una bailarina en quipilé

Me enamoré de una bailarina en quipilé

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¿Creen en eso del amor a primera vista?, pues… yo tampoco creía en él, es más sigo sin entender, por qué este puede llegar a ser tan repentino, nos ocurre al subirnos a un bus, al mirar por la ventana o al simple deslizar de una aplicación en nuestro móvil, pero, esta vez fue más allá de eso. La encontré una noche, una grandiosa noche, pensé mientras suspiraba, irradiaba descontrol y ternura extrañamente, digo extraño porque estas suelen combinar muy bien, pero son difíciles de encontrar juntas, danzaba con su caminar y levitaba mientras bailaba a sus alrededores, perfecta e inalcanzable, era simplemente un sueño, uno de esos sueños en el que crees que estás soñando, si es difícil de explicar, es como querer creer que es verdad pero aun así tratas de evitar las posibilidades, posibilidades que crees nulas, pero quizá son más evidentes de lo que parecían. Repentinamente el coqueteo para nada mutuo de nuestras miradas se juntaron, creí que había muerto, era esa sensación, la del sueño, de querer que sea real pero no distinguirlo. Así terminó ese día, lleno de miradas atroces con esperanzas superfluas y decepciones porque lo que se debió o no, según cada parecer, hacer.

Pero… aquel día fue mejor, todo un viaje de camino a mis sueños en donde no me percate de su presencia, fue ajena todo el camino, más sin embargo, delirante el pensar que pudiera estar observándome, allí, detrás mío, callada pero parlante su sentimiento ante mi dura presencia, bueno, casi dura, regresaba a observarla cada vez que le sentía distraída, perdida en algo no tan importante como nuestro jugueteo. Cada minuto al verla era perfecto, ella era perfecta, no se cansaba ni sudaba y mucho menos le sonreía a cualquiera, era esa clase de mujer que quieres llevar a casa y presentarle a tus familiares, definitivamente idónea ante tan dignos exponentes contra quienes comerciaba su amistad. Dolía verla lejos, indiferente pero atenta, me preocupaba el hecho de que no era mi conducta frívola e impaciente sino el pensar que no valía la pena. Que era poco para tan alta suripanta como solía llamarle a sus espaldas. Pero tenía algo en mente, una estrategia infalible para hacerme con sus virtudes, en lo mínimo carnales, y en lo máximo espirituales, esa espiritualidad que desde un principio había deseado, y compréndanme, nunca lo había sentido así, tan repentina y velozmente. Le escribí, planeamos nuestro encuentro, soñaba con besarle mientras bailábamos y ella accedió, le tomé, bailamos, pero de la misma desesperación nuestros labios se sellaron, o por lo menos los míos, no sabía qué decirle, estaba atónito, es como cuando te dan y te dan dinero, no sabes que hacer mientras lo recibes, solo sonreír de la emoción, le solté, le entregué a la soledad de la pista, descuidada ante cualquier otro con más hidalguía que yo en momentos como ese, me sonrió y tan solo me dijo gracias. Jamás me he sentido más agradecido.

Por último, cuando disponíamos a disfrutar del dulce jugo de nuestros aposentos, evidentemente cada uno por su lado, ella en su colchoneta retalgada de masmeleria pura y yo en el amargo y frío suelo, tan cercanos pero tan distantes, el milagro sucedió, me llamó, me dijo que deseosa me residiría en el deleitoso de su regazo, o bueno así lo pensé yo cuando me dijo, ven, duerme aquí. Le recibí codicioso en mi regazo, me acomode para que no sintiese el devastad encuentro de mis costillas en su frágil cabellera, me miro y temeroso me acerque a su boca, ella, termino el lustre acto, me tomó por sorpresa y me besó con suma delicadeza, fui un idiota al no besarla cada mañana al amanecer a su lado pero fui feliz porque por primera vez en este año me enamoré de una bailarina en quipilé, esa bailarina que se llevó lo que siempre le entregué.

Las opiniones realizadas por los columnistas del portal www.laotravoz.co no representan la identidad y línea editorial del medio. Les invitamos a leer, comentar, compartir y a debatir con respeto.

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