Para nuestra desgracia… Peñalosa aspira a la Presidencia

Para nuestra desgracia… Peñalosa aspira a la Presidencia

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Un buen gobernante gobierna con su inteligencia. El inepto lo hace con la Fuerza Pública.

Lo que en verdad le aterra a uno es la cantidad de impedimentos mentales que los congresistas presentan cuando se trata de tomar alguna determinación. Se gasta más tiempo tramitando sus impedimentos que legislando.

Veamos algunos ejemplos:

“Me declaro impedido porque de pronto yo tengo un pariente que puede ganarse una lotería el día de mañana y eso lo beneficiaría.” A renglón seguido otro sale con que: “Me declaro impedido porque yo no sé si mi mamá tuvo la intención de abortarme a mí o a mi hermano menor.”

Otro ejemplo, para el caso de la eutanasia: “yo me declaro impedido para votar la eutanasia porque muchas veces ‘me muero de la pena’”. O para la regularización del cannabis: “No puedo votar el proyecto de la marihuana porque yo no sé si mi sobrino o mi hermano se echen una chupadita de vez en cuando.”

“Me declaro impedido para votar el proyecto sobre matrimonio civil porque mi hermano es militar y de pronto él puede resultar perjudicado.”

Cuando se tramitaba el proyecto sobre sucesiones un ‘genio’, de esos que el pueblo elige, se declaró impedido porque cuando él muera sus hijos tendrán que abrir una sucesión.

Pero cuando se legisló sobre enfermos mentales curiosamente ninguno se declaró impedido. Nosotros pensábamos que en este caso presentaría impedimento por lo menos el 85 % de la Cámara, pero no acertamos.

Eso sí, cuando se iba a legislar sobre el maltrato animal en los espectáculos, más de un congresista se declaró impedido. Porque ellos no saben si están trabando en un Congreso o en un circo. Se la dejamos ahí. Nuestro investigador Francisco Cristancho (@FACristancho) nos hizo saber que el grave problema de los congresistas en este proyecto radicaba en que ellos consideraban que estarían ejerciendo su legítima defensa. Cristancho me dejó pensando…

Ahora vendrá lo más problemático, y es que estos caballeritos que dícense legisladores –pero que no legislan– se ocuparán de la reforma a la Policía. Ya comenzaron con el cuento de que para legislar sobre la Policía hay que pedirle permiso a la misma Policía y a su vez a los militares. Obviamente ni los polis ni los milicos quieren que los reformen; hasta permiten que les cambien el uniforme, pero de ahí, ni un punto y menos una coma.

Lo vimos en el primer intento para tocar este tema. La mayoría pidió aplazamiento hasta no consultar con los policías, y otros insistían en que para tocar ese tema había que pedirle concepto al menos calificado de todos los ministros: o sea, a MinBolillo, o en otras palabras, a MaMolano; que como sabemos ha sido calificado unánimemente como el peor de los ministros (pero no de ahora… ¡el peor de la historia de Colombia!). Es como si un profesor para calificar a sus alumnos consultara primero con los que perdieron la materia.

¿Por qué primero no consultan con las víctimas de los abusos policiales y así, con base en eso, buscar las soluciones? Porque yo no puedo preguntarle al enfermo cuál es el remedio que se puede tomar. Yo, como médico, debo saber qué es lo que el paciente requiere. Ahora bien, si no soy capaz de recetar al paciente debo ser honrado y renunciar, para que él busque otro médico.

Esperemos que en las próximas elecciones este pueblo elija congresistas con el suficiente número de neuronas que les permitan tomar determinaciones.

Es que estos legislatrices no han entendido que su misión es dictar leyes que necesite el ciudadano y no exactamente las que le interesen al violador de la ley. Lo grave es que muchos de ellos no son ni siquiera alfabetas. No les estamos pidiendo que sean siquiera bachilleres. Nos conformaríamos con que supieran leer y escribir.

Pero como no saben qué reformarle a la Policía, si la dejan con los milicos, la mandan a min-gobierno o al ministerio de salud, el doctor calzoncillo –perdón, Min-Interior– el señor Palacios (el hombre de las notarías), se encargará de modificar el derecho penal en busca de aumentar las penas y también el número de delitos.

Nosotros pensábamos que en un estado organizado esto le correspondería a Min-Justicia, o sea, a don Wilson –pero él solo se deja ver en los balones–, porque no olviden que una de las más acreditadas marcas de pelotas es, precisamente, la Wilson. Entonces no sabemos cuál de esas pelotas es la que está al frente de Min-Justicia. ¿Se imaginan cómo quedará esa reforma cuando el Min-Interior plasme allí toda la bronca que les tiene a los protestantes –o sea, a los que protestan– para recetarles toda la cárcel que no ha sido capaz de proponer para las paracos ni para los autores de los falsos positivos? Considera Min-Interior que a los estudiantes que interrumpan una vía pública hay que darles cadena perpetua, mientras que para aquel que le estampó una granada en un ojo a una jovencita que protestaba hay que ponerle como pena tres padres nuestros y dos aves marías.

No sabremos si este proyecto de aumento de penas habrá que autenticarlo en alguna notaría de los parientes de Palacios. Ya veremos a la godarria del Congreso pidiendo cadena perpetua a los que se atrevieron a protestar contra el mejor presidente de la galaxia, que es, ni más ni menos, que Iván el terrible.

Preocupados nos tiene a quienes de vez en cuando repasamos la historia lo que pueda estar haciendo el conservador o godo, Darío Acevedo Carmona, director del Centro Nacional de Memoria Histórica, con la historia de este país; pues historiadores de verdad afirman que el señor Acevedo está inoculando alzhéimer a la historia de la violencia para hacer quedar bien a los laureanistasospinistas y demás godos, de tal forma que se le enseñe a los jóvenes que Jorge Eliecer Gaitán sufría de depresión y por eso terminó suicidándose; que Jaime Bateman Cayón murió ahogado en la piscina de un resort en Panamá; que el candidato y jurista Jaime Pardo Leal se ahorcó con una corbata que le quedaba estrecha; o que el periodista Jaime Garzón murió como consecuencia de los gases que le produjeron los fríjoles que había ingerido antes de su fallecimiento. Pero la mejor de las conclusiones que sacará esa ‘comisión de historia’ será la de que los seis mil y pucho de falsos positivos no son falsos sino que se trata de los resultados del Covid-19. La gente que falleció en septiembre, cuando la protesta, murió como consecuencia de la gripa que les produjo el salir a protestar a altas horas de la noche, por el impresionante frío que hace en Bogotá.

La conclusión que sacará el señor Acevedo Carmona es que las muertes en Colombia son producto de los cambios climáticos, y por no usar ruana ni gabardina. Nuestros nietos tendrán que aprender que los falsos positivos son puro cuento de los castrochavistas. A nuestros bisnietos se les dirá con justa razón que el mejor mecanismo de investigación que hubo en Colombia fue la comisión de acusaciones de la Cámara de Representantes.

Según pudimos ver en titulares de prensa, en la página social, el señor Carlos Mattos llegó a Colombia procedente del viejo continente con el fin de pasar una temporada de descanso en una detención domiciliaria con todas las comodidades que su condición exige. Esperemos que lo envíen al Ubérrimo, o a hacerle compañía en un casino de oficiales a Uribito –más conocido como Andrés Felipe Arias– el de agro-ingreso seguro.

Revisando el proyecto de reforma penal que Min-Interior tiene dentro de su ropa idem, vemos que –como cualquier estudiante de maestría– está plagiando figuras que encontrábamos en el código de 1936: como la legítima defensa privilegiada que decía: (Inciso segundo, numeral segundo, del artículo 25) “Se presume que se encuentra en el caso previsto en este numeral el que durante la noche rechaza al que escala o fractura las cercas, paredes, puertas o ventanas de su casa de habitación o de sus dependencias, cualquiera que sea el daño ocasionado al agresor, o al que encuentra a un extraño dentro de su hogar, siempre que en este último caso no se justifique su presencia allí y que el extraño ponga resistencia”.

¿Quién copió a quién? La información la hemos tomado de la página séptima de El Espectador del jueves 18 de noviembre.

Llama la atención un tuit de la senadora Sandra Ramírez (@SandraComunes) el cual dice: “la calidad de la educación en Colombia es pésima en colegios públicos y privados, las pruebas PISA 2018 confirman que uno de cada dos estudiantes de 9no grado no puede inferir una sola idea de un párrafo y solo uno de cada 100 alcanza lectura crítica.” Esta afirmación se corrobora con el editorial de El Espectador del 16 de noviembre de este año titulado: “En aborto reglas claras para garantizar el derecho”.

Si analizamos el resultado de la prueba PISA y el editorial de El Espectador llegamos a la conclusión de que el coeficiente de los congresistas les impide entender el llamado de la Corte para que reglamenten el derecho a la muerte digna, como también el aborto, y muchísimo menos como ya se vio, el consumo del cannabis.

Nuestros chirriados congresistas lo hacen mejor cuando se disfrazan de hinchas colombianos con su camiseta amarilla, gritando un gol inexistente y hablando de una selección que no les da sino tristezas.

Cacharreando por las redes nos topamos con esta joya. No sabemos de quién es, pero está muy bueno; y por eso lo reproducimos.

Eso sí, aclaramos en que desconocemos al autor.

Es muy triste que este pobre país pueda pensar en que Enrique Peñalosa sea su presidente.

ÚLTIMA HORA: Santa Claudia le cumple otro de sus sueños a Enrique Peñalosa, inventándose ahora el cobro por estacionar en vía pública. Lo único que falta es que doña Claudia se declare uribista, y así quedan empatados.

¡ÚLTIMO MINUTO!

Se confirma que vuelve a la televisión colombiana el reconocido programa «Consultorio Jurídico». Aquel que orientó durante décadas a miles de ciudadanos en materia legal.

Todo indica que para esta nueva temporada será producido por la Universidad La Gran Colombia.

 

Las opiniones realizadas por los columnistas del portal www.laotravoz.co no representan la identidad y línea editorial del medio. Les invitamos a leer, comentar, compartir y a debatir con respeto.

 

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La Otra Voz
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