Aprender a ser flexible es esencial para poder adaptarnos a los cambios. La vida en sí es un constante cambio. Cuando soltamos el control de cada cosa que ocurre en nuestra vida estamos más dispuestas/os a aprovechar y disfrutar de cada situación.
Aceptar los cambios nos hace más capaces de gestionar convenientemente nuestras emociones en las dificultades que se nos puedan presentar. La flexibilidad es una capacidad de adaptación.
Es más sano para nuestra mente dejar a un lado los extremos, no todo deber ser negro o blanco, aprendamos a entender que existen otros matices, soltemos patrones y estemos más abiertos/as a nuevos modos de pensar, sentir y actuar.
Muchas de nuestras inflexibilidades provienen de viejos aprendizajes o conductas heredadas, soltemos patrones y emociones mal gestionadas, si aprendemos a soltar malas experiencias y entender que cada situación es diferente y que en algunas podemos ser más flexibles, podemos evitar emociones negativas.
Es normal desear que algo salga como lo planeamos y que cuando esto no ocurre así la sensación de frustración llegue a nosotros/as y claro que es válido, pero debemos entender que la situación no va a cambiar, pero sí podemos cambiar nuestro actuar, nuestro pensamiento y así la sensación de frustración va a transformar.
Es cierto que algunos cambios son violentos y no deseados. Pero debemos estar preparados para esos imprevistos. Porque esos cambios pueden llegar a ocurrir en nuestras vidas. En esos casos debemos ser más flexibles para no rompernos a aprender a fluir con la situación.
Ser flexibles no significa acceder a todo, implica adaptarse a situaciones, pensamientos e ideas. Al ser flexibles mantenemos nuestro punto de vista, pero al mismo tiempo reconocemos que los demás tienen el suyo.
Somos dueños/as de nuestras mentes, al ser flexibles estamos dando la orden a nuestro sistema de soltar el control, de permitirnos cambios inesperados y entender que son parte de la vida y que, aunque el plan cambie no va a alterar o dañar nuestro equilibrio emocional.
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